sábado, 6 de agosto de 2011

El tiempo pasa

La vida es como un puñado de polvo en medio de unas manos entre abiertas y como una hoja que se atreve a combatir la fuerza de los vientos que tratan de llevarla consigo a otro sitio fuera de su árbol. Es tan corta y tan breve, pero a la vez parece que no nos importa eso, pues perdemos tanto el tiempo en discusiones absurdas e inertes. Cada segundo es primordial y vital en un mundo que cada vez acelera más su marcha y olvida poco a poco su esencia, el Amor. 
Cuántos sueños se ven fulminados en un adiós y cuántas espinas son clavadas al callar las palabras necesarias para que se dé la redención en el perdón.
No podemos descifrar el código que encierra una lágrima que corre por una mejilla después de haber nacido en una mirada que ve a lo lejos cómo se aleja un pedazo de su corazón.
Nos es posible notar en una caricia todas aquellas palabras que hacen falta para revivir un amor que nació como el ave Fénix de las cenizas y convertir un cráter estéril en una naciente de agua viva con una simple y tierna sonrisa. 
El tiempo pasa y rasguña el rostro, con el paso del tiempo, de aquel que mira al cielo en espera de un milagro que alivie su alma y su espíritu.
Al llegar al fondo de la botella siempre encuentra la imagen un tanto borrosa del reflejo de su alma.
Una sonrisa se ve desfigurada con el roce de una brisa suave que logra convertirse en una caricia del pasado en el presente.
Somos ciegos, somos sordos, somos mudos, pues nuestro orgullo y nuestro ego nos impiden en muchos casos ser libres y dejarnos guiar por la brújula del corazón. 
Lo que queda es seguir mirando el cielo en noches serenas, suspirar y trazar un nuevo camino en el que sigamos las reglas del corazón y no de la razón.

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