martes, 8 de enero de 2013

El Viejo Vagabundo

Era un vagabundo desgarbado, su frente llevaba las marcas del tiempo sucias y descuidadas, su caminar era pausado pero firme y la sonrisa la tenía escondida entre las angustias vividas.
En su mirada se divisaba un mar profundo de lamentos, el sol dejó de hacer brillar sus ojos y el viento le dejó seca la cuenca por la cual noches seguidas, caudalosas corrían las lágrimas de desdén. 
Camino a su estancia de cartón, se detiene por un instante al sentir aquella fragancia que en la juventud lo extasiaba. En su mente se proyectaban volátiles recuerdos de aquella dama que hacía sonrojar sus mejillas con una sonrisa y orquestaba su corazón de apasionados ritmos y sentimientos. Volvió a ser joven mientras el olor perduraba y las ansias de vivir a su cuerpo se impregnaban. Al desvanecerse y confundirse con los aromas de la gente que por su camino concurrían, una sonrisa se escurrió por su rostro y la ternura de un amor mágico le hizo viajar hacia otros mundos.
Avanzó un par de pasos y titubeó en el último, se dio la vuelta y miró hacia atrás, y lejos, en medio del gentío, divisó a una mujer reflejo de Afrodita. Contemplando congelado el paisaje y a la dama, abrió su boca y preparó sus labios para pronunciar unas palabras, un suspiro le colapsó el alma y para su sorpresa no era aquella cualquier dama, era esa mujer que en sus años de vigor le hacía soñar despierto e ilusionaba a diario su loco corazón. 
Pero ya era tarde y la mujer se alejaba cada vez más.
No pudo pronunciar palabra y luego de su inmóvil acto, decidió volver a su camino y guardarse en lo profundo la remembranza de aquel amor.

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