Una lágrima con mi recuerdo visitó por última vez el lunar que anida en tu mejilla, en medio de un enojo inmenso, de impotencia y una pizca de orgullo, mientras me destinabas a un olvido profundo. Esta vez fue tu juicio el que me confinó al infierno haciéndome partir con el atardecer acuestas y un corazón vacío por la carretera. Cada kilómetro recorrido se convertía en un saco de suspiros silenciados y decepciones amarradas que no se dejaban mirar con una normal mirada.
Ya era tarde para excusas... para acuerdos... para encausar un cause perdido en el tiempo.
La esperanza, temprano ese día, tomó sus maletas para un viaje sin retorno, pero con muchas visitas ilusorias en sueños.
El amor, con muletas y quejumbroso por los malestares vividos, decidió quedarse en cama por tiempo indefinido, sin remedio ni cura que lograra quitar su aparente dolencia.
Al final de cada botella se encontraba intacto tu recuerdo y tu esencia, tu suavidad y delicadeza, tu aroma cual pétalos de rosa y la sensación de tenerte a una caricia de distancia, saboreando tu piel desnuda y bañando tus cabellos suaves con agasajos tiernos.
Caminar solo en el desierto provoca alucinaciones... mirarte a lo lejos, más lejos de lo que aparentas estar y de lo que podría llegar con mi lento caminar.
Cada nada se escucha una voz suave que cala en mis latidos, pero no es más que el eco de los recuerdos que retumban en el alma y provocan un suspiro.
Donde estés, con quién estés y como te encuentres, ten siempre presente que estás a un sueño de distancia. Ahí, donde todo lo puedo, siempre te estaré esperando...