domingo, 30 de octubre de 2011

La Caída

De todas las caídas que alguna vez tuvo ese hombre, esta había sido la más fuerte.
Caminó durante años tratando de desvanecer con el rocío un tatuaje añejo que llevaba en el pecho y no le dejaba vivir en completa paz, sin percatarse que todo su esfuerzo era en vano. Y ese día, al hallarse desnudo frente al espejo de la conciencia, se dio cuenta de las muchas y muy grandes torpezas que cometió en su vida. Queriendo reconciliar su pasado con el presente para llevar un futuro más tranquilo, hizo el intento de estrechar nuevos lazos, de convertirse en lo que jamás pensó que llegaría a ser, de hacerse una máscara rutinaria para el mundo, pero era imposible. En su tormentosa mente se proyectaban una y otra vez escenas de los momentos clave en los que había cometido errores. 
Por instantes, se sintió atrapado e inclusive encadenado. Varias noches, sin razón aparente y de forma brusca, las lágrimas hacían cuenca en sus mejillas y caían al suelo los cristales blandos con recuerdos turbios dentro.
Ya la soledad no era como antes, hasta ella se volvió tosca y silenciosa. 
La brújula de su corazón parece haber muerto y las incoherencias se hacen más recurrentes a diario. 
Tantas cosas se fueron sin dejar el mínimo rastro para poderlas encontrar de nuevo.
El olvido parece que nunca llegará, el recuerdo lentamente se desvanece conforme las estrellas preparan las nuevas curvas del destino y el bullicio del mundo aturde las aguas de su mente y no lo dejan mirar sus propios pensamientos con claridad.

Un respiro profundo trata de calmar sus entrañas y la última estrella del cielo le anuncia una hoja en blanco para cambiar su vida.